Hoy ha venido mi hija del colegio con un poco de molestia de estómago. “Creo que no me ha sentado bien la combinación de plátano con rábano, mamá” ha sido su explicación. El rábano no estaba en ensalada ni el plátano era el postre, la chiquilla se “ha tenido” que comer la mezcla en la pausa de las diez de la mañana. ¿Por qué? Porque la escuela forma parte de un programa de alimentación sana que aparentemente puede parecer buena idea, pero que no comparto ni como madre ni como profesional.
Mi hija tiene 11 años, come de todo y lo más importante es que le gusta probar cosas nuevas y disfruta del acto social que supone la alimentación. Todo ello forma parte de la educación que le ofrecemos en la que nuestro objetivo es que se alimente, coma variado y tenga los nutrientes que su cuerpo necesita para crecer. Pero también que aprenda a regular sus necesidades, elija adecuadamente los alimentos, disfrute de los sabores y comparta mesa y charla con otros comensales. Jamás la hemos obligado a “tragar” nada, ni nunca se ha tenido que comer todo lo que había en su plato sin apetito. La única regla que hemos mantenido tenazmente ha sido “hay que probarlo, pero hay que probarlo como mínimo en 20 ocasiones diferentes antes de concluir que no te gusta” porque el sentido del gusto hay que entrenarlo.
Y usted puede o no estar de acuerdo con nuestra forma de hacer las cosas, pero la alimentación de mi hija es responsabilidad de mi marido y mía y finalmente de ella misma en el futuro. Los profesionales de la salud son responsables de promover prácticas sanas y los profesores en las escuelas también hasta cierto punto. Porque una cosa es animar y otra imponer a su manera. Y ahora les cuento de qué forma una campaña bien intencionada tiene un efecto que no es positivo en nuestro caso.
La escuela forma parte desde hace poco de la iniciativa que se llama “waterschool” / escuela de agua. La idea es que los niños en el colegio sólo pueden beber el líquido elemento en lugar de los zumos cargados de azúcar a los que están acostumbrados la mayoría de los niños holandeses… ¿La mayoría? Pues la mía toma leche de soja a media mañana desde que era un bebé. Además les dan frutas y verduras para acompañar lo que llevan de casa. O sea, que si lleva un plátano además tendrá que coger el rábano a palo seco o el rico pimiento verde. Y digo coger en lugar de comer porque según mi hija muchos niños lo tiran finalmente a la papelera. Con el hambre que hay en el mundo… que diría mi madre. Y algunos otros están comiendo más de lo que tenían por hábito o como en el caso de mi nena que con un vaso de agua y un trozo de pepino llega al almuerzo que se come las piedras.
Muy sano y educativo todo, ¿verdad?
Así que a partir de hoy mi niña tiene permiso para hacer “desacato a la autoridad” y comentar en caso de que sea necesario que tiene suficiente con su manzana y que mejor no desperdiciar lo que no se va a comer. Y si la acusan de “resistencia” pueden citar a su defensa.